jueves, 9 de febrero de 2012

Pesadilla en White Wall Street

He tenido una horrible pesadilla. Llegué al mundo naciendo desde un lugar oscuro y mis ojos impactaron con una luz imponente que me cegó durante un tiempo. No sentía mi piel ni mi pelo anteriormente castaño. Ni tampoco sentía la posibilidad de gritar, pues no tenía lo que recordaba como boca. Tampoco tenía posibilidad de comunicación, sólo pensamientos. Sí que mantenía oídos, pero sin orejas. También mantenía piernas, pies y brazos pero sin la misma movilidad que recordaba. No tenía sexo.
Tras mi leve ceguera, me di cuenta de que no tenía color, ni olor ni cultura. Era aséptica. Llegaba a un mundo convertida en un muñeco blanco de plástico diseñado por ordenador con un simple programa de flash.
El mundo era siniestro: blanco como si de una sala esterilizada se tratase. No había naturaleza ni gentes, ni culturas ni religiones, no había negros ni blancos ni asiáticos ni árabes, no había lenguas ni comunicaciones, ni casas, palacios, bloques ni caravanas. Tampoco había mentes privilegiadas ni absurdos pensamientos. No había ni santos ni demonios. No había muertos. Sólo blanco, blanco y blanco cegador. Me sentía... nada.
Aceleré mi paso todo lo más que me dejó mi artificial cuerpo que con un pobre lenguaje binario daba órdenes a una pierna tras otra. Llegué a una calle sin aceras ni tráfico y vi a lo lejos un resalto vertical con un cartel. Me acerqué a él.  "Press to reset". ¡Qué bien!, pensé, mis problemas se han solucionado, volveré a mi mundo original. Pulsé. Por encima de mí se elevó un extraño cielo negro llenos de gráficos y valores que no conseguía entender. De ellos caían papeles que se amontonaban formando tremebundos edificios. Cogí uno y vi que eran facturas. Lejos, tras de mí, se elevaron grandes centros comerciales a donde se dirigían muchedumbres. Seguían cayendo papeles. Ahora verdes... ¡dinero! Y los gráficos se elevaron en el cielo. Empezaron guerras, llegaron dioses, se afincaron bandidos y artistas que ocultaban los edificios con sábanas de colores brillantes. Todos locos. Empezaron los muertos. Temí por mi artificial vida. Pulsé el botón. Nada. Pulsé el botón. Nada. Golpeé el cartel. Tampoco. Intenté huir y no pude. Estaba encarcelada. Sujeta a una viscosidad negra que había sobre mis pies. No conseguí nada.
He tenido una horrible pesadilla. Aún no he despertado.

1 comentario:

  1. Hagamos por escapar de este artificial estado que nos lleva a la inocuidad. De todo ello se escapa con reflexión, trabajo y mucha actividad. Que el cerebro se nos libere de esa viscosidad. Aupa la Revolución y Viva el Ser Humano que tiene cualidades para destrozar esta inmensa mierda.

    ResponderEliminar