lunes, 25 de enero de 2016

Carta pública a tres personajes en el destierro.

Apreciados personajes,
Ocupáis demasiado espacio en la vida y por eso toca, ya de una vez, despedirme de esta relación eterna e infructuosa. No es por vosotros, es para mí, para avanzar, y sobre todo, para no retroceder. Los bucles sólo quedan bien en las señoras bien peinadas y ya sabéis que yo no soy una de ellas. Alguién, no hace mucho, me preguntó que cómo es que los humanos, viviendo a lo sumo 90 o 100 años, se empeñaban en acortarse la vida entre guerras, a lo que yo contesté una de estas filosóficas que no viene al cuento. Aunque sí que esa pregunta me hizo pensar en vosotros como la más pura pérdida de algo tan limitado como son esos, como mucho, 100 años. Porque hagamos cuentas y borrón ¿qué se debe a este servicio? ¿Cuánto es? ¿Cómo sois y cómo encajamos entre nuestras imperfectas ruedas?
Uno, desleal a sus ideales, pura fachada filosófica, palabras vacías y silencios inesperados. Ves la vida desde tu pedestal de sabiduría condescendiente sin mirar lo más mínimo a qué puede alcanzar el resto. A veces ridículo, a veces insoportable. Pareces un animalillo desconcertado como salido de un bosque ardiendo cuando se te ve por primera vez, aunque después se descubre que de tus manos salieron las llamas. Eres el que también olvidas las cosas con mucha facilidad pero, resultando contradictorio, eres rencoroso. Muchas veces contestón y maleducado. No sabes mantener una conversación si no te la llevas a tu terreno. La competición no te sienta bien pues no sabes ganar. Lo peor de ti: el egoísmo. Por eso te dejo. 
Otro, que comparte bastantes calificativos con el anterior, te presentas en las vidas sin llamar a la puerta, de repente, casi vírico. No sabes dónde estás ubicado pero ahí llegas tú con tus propios mapas. Lo sabes todo de lo más in, lo más cool, lo más divertido. Y no paras de recordarme que yo no sé nada de todo eso, que estoy out. Dejando tu jardincito bien al resguardo, devoras a los demás como una fea langosta. Resaltas tus valores vociferando y rasgándote las vestiduras y a la más mínima, con tus actos, te cagas en ellos. No sabes disfrutar de lo que tienes en el momento y te comportas hacia los demás como si estuvieras obligado a tratar en una cárcel y tu felicidad estuviera fuera. Lo peor de ti: la hipocresía. Por eso te dejo.
Contigo, último personaje, lo tengo más difícil. Compartes lo peor de los dos anteriores de forma velada. Crees que nadie te conoce y te envuelves de un misterio del noséquéqueniyomeconozco. Nunca has intentado ser amigo de nadie y lo único que haces es buscar con miradas de complicidad, un poco de compasión por las consecuencias de tus actos adolescentes. Lo peor de ti: el nihilismo. Por eso te dejo.
Me hablasteis personajes, me engatusasteis, y a veces me convencisteis. No digo que no tengáis vuestras cosas buenas, pero la losa es muy grande y el camino es duro. Con algo de tristeza lo hago, pero sin nada de arrepentimiento. Me separo de vosotros porque necesito más aire, más sonrisas y menos bucles forzosos. Por esto, porque he de continuar mi camino, os destierro, personajes, al pasado.

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