viernes, 25 de febrero de 2011

Celebrador de versos

(Sentado en una silla vieja de plástico. Mirada de desgana)

¡Cuántas veces mi incultura te ha abochornado! No tienes en cuenta que no todos comprendemos los versos como lo haces tú. Traficante de las mentiras: no crees lo que recitas, es imposible. No puedes. No. Tus pausas en la lectura, tu tono, tu respiración oportunamente colocada, tu pasión, son una pose. Cuando estás con los terrenales, te conviertes en humilde portavoz de la cultura, mostrándonos pequeños trozos de autores desconocidos y de lo más actuales. Lo vuelves a hacer: tu tono, tu respiración, tu sentimiento, tú. Para ti, no hay nada más importante. Nos arrollas con tus versos-versículos sin mirarnos a los ojos, sin saber si estamos bien o jodidos, no te importa porque es tu momento y has de disfrutarlo y obligar a que los demás lo disfrutemos. Eres lo más interesante del corral, eres el que pones los huevos y el resto sólo cagamos mierda, joder.

Sin embargo, eres peor cuando estás con otros celebradores de versos, porque siempre eres capaz de sacar un tema que sólo conozcáis tú y el otro como tú, para así poder pavonearos en vuestra sabiduría, en vuestra celebración. Habláis de poetas, de poemas, de versos y silencios, de dioses, águilas y montañas, de rascacielos, de paraísos y guerras. De lo que es de verdad el humano. A veces, incluso, os alejáis del círculo pues vuestra conversación (y vuestra celebración) es tan caliente que roza lo pornográfico.

"¿Te has leído esto? ¿Has visto esto? ¿Conoces a Z#€¬))’*? ¿No te suena? – mirada de superioridad breve- Pues mira, escucha esto: Tableros macizos de harina blanca. Qué bueno, ¿no? ¿Has visto que fuerza suprema tienen sus palabras? Tableros---- macizos---- de harina--- blanca". No te importa lo que estamos los demás leyendo, porque, seguro, que ya lo has leído tú. Si no es así, no somos dignos de recomendarte nada y no nos escucharás. Sólo te lo leerás cuando otro celebrador de versos te lo recomiende y vendrás, después, a aconsejármelo tú a mí. Y te diré “Ya me lo leí, si te lo dije yo” y tú, con cara de sorpresa eterna, “¿Ah, sí?” y luego una mueca de nosédequémestashablando.

(Celebrador se sonríe. El otro se levanta y se acerca cabreado)

¡Déjalo ya! ¿No te aburres? ¿No ves que estamos hartos de que  nos sometas a una ristra infumable de nombres y versos que no somos capaces de retener? ¿No te das cuenta de tu superioridad celebrativa? No, no te das cuenta, pues ahora sí. Que comas, joder. Vas a tragar versos hasta que tu cara rime con tu celebración.

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